Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. Lucas 10:33-35.

Si hay algo bueno que se puede sacar del dolor es cómo este suscita, en muchas personas, la compasión, el amor, la solidaridad, el espíritu de ayuda. Es cierto, no es lo que más abunda en la humanidad, pues gran parte de la gente vive encerrada en su egoísmo y comodidad. Pero, tú y yo sabemos por experiencia cómo la desgracia de alguno de los seres que amamos despierta lo mejor de nosotros, para brindarnos en amor sincero y ayuda desinteresada para tratar de solucionar o paliar todo lo que podamos su infortunio.

¿Es posible que una de las razones por las que Dios permite el sufrimiento sea precisamente esta, para aprender a amar? ¿Puede ser que a partir de la entrada del pecado en el mundo nos hayamos vuelto tan egoístas y cómodos que a menos que veamos sufrir a nuestros seres queridos nos volvemos frívolos, superficiales, indiferentes, insensibles?

Sí, el sufrimiento es una desgracia. Pero, en medio de ella, cuán hermosos son el amor, el compañerismo, el espíritu de ayuda y aun de sacrificio en favor del prójimo necesitado. Cuánto bien nos hace preocuparnos por otros; cuánto nos refinan, ennoblecen y engrandecen la solidaridad, la misericordia y el trabajo por nuestro prójimo.

Nos horroriza y nos duele que haya habido gente que creó los campos de concentración para torturar y exterminar a su prójimo, por razones políticas, ideológicas, étnicas y otras. Pero nos conmueve e inspira el relato acerca de aquellos héroes que arriesgaron su vida para refugiar, ayudar y salvar las vidas de sus prójimos perseguidos.

Nos indigna el empresario que explota a sus trabajadores y deja en la calle a muchas familias; pero nos conmueve la ayuda brindada a ellos por familiares, amigos o gente solidaria. Sé tú uno de ellos.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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